Raquel Cruz

Yo misma

“Escribo porque me llevo mejor con los personajes que me invento que con las personas de carne y hueso”.

Me llamo Raquel y a veces se me da por aporrear el teclado. Punto.

No esperes encontrar una biografía de esas que hay tropecientas en internet, donde viene reflejado cada logro del escritor, como si no la hubiera escrito él y no se quisiera nada.

Raquel Cruz viendo las Luces de Navidad de Vigo (Buscando el Grinch pero solo encontré luces navideñas)
Raquel Cruz viendo las Luces de Navidad de Vigo (Buscando el Grinch pero solo encontré luces navideñas)

TE CONFIESO UNA COSA

La mayoría de las veces las escribimos nosotros.

Igual que las sinopsis, por eso son tan malas.

Pero aun poniéndonos en el caso de un escritor respaldado por una gran editorial, es él quien tiene que dar el visto bueno.

Asi que a partir de ahora, cuando leas una biografía del estilo: “Fermín es el escritor más vendido de habla hispana, ha ganado un porrón de premios y no hay ninguno que le haga sombra. A pesar de vivir en un pueblo pequeño, super humilde y nada inclusivo”, que sepas que no lo ha redactado un crítico literario pensando en rendir tributo al escritor en su funeral.

Ahora verás al mismo Fermín asintiendo solemnemente, mientras el becario de turno repasa en voz alta su carrera antes de darle el visto bueno.

“Fermín es el mejor, Fermín vende novelas como churros, Fermín no tiene rival. Y eso que Fermín viene del barrio más chungo de la ciudad”.

Y Fermín…

“Sí, muy bien. Todo cierto. Soy muy humilde y no escribo porque tenga traumas”.

O peor aún.

Verás a Fermín escribiendo sobre si mismo, pero en tercera persona.

“Fermín es la hostia y no lo digo yo. Ha ganado un montón de premios y hasta tiene una foto dándole la mano al Rey. Ahí es nada”.

Que conste que no tengo nada en contra de Fermín. Seguramente, tal como anda el panorama literario, aun con esa larga lista de éxitos, Fermín no tenga ni para pipas.  

Solo digo que se supone que ese tipo de biografías es lo que se espera de un escritor afamado y serio.

Pero es que yo de seria tengo poco y de afamada todavía menos.

Y qué coño, me da vergüenza escribir cosas así.

En resumen:

Soy una escritora que a pesar de llevar unos cuantos años metida en faena (en la faena de escribir, quiero decir), no he conseguido grandes cosas. O no las suficientes como para rellenar una biografía de esas tan molonguis y nada vanidosas. Así que soy una fracasada y tengo envidia, como dirían los haters.

Pero te aseguro tres cosas.

  • Se me da bien crear imágenes en la cabeza de los demás. Y fíjate que he dicho “crear imágenes” y no escribir. Más que nada porque después de varias novelas escritas y algunas publicadas, todavía meto la gamba muchas veces.
    Ojo, también los escritores serios, pero ellos son tan serios que no lo reconocerán.
  • Suelo ser sincera. No siempre, pero lo bastante como para ir haciendo “amigos”.
  • Y por último, para bien o para mal, no dejo indiferente a nadie. A menos que seas un ficus con ojos, o compartas el mismo trastorno antisocial que tenía el chico que entrevisté para una de mis novelas.

Él decía que ser un psicópata no tenía nada de guay, que no sentía absolutamente nada, que era como estar muerto en vida.

Pero esa ya es otra historia que tal vez te contaré.

Y si no, siempre puedes leer a Fermín, que es mucho más famoso, serio y entretenido que yo.

No tienes más que leer su biografía para comprobarlo.

Eso ya lo decides tú.

Raquel Cruz

Otras cosas sobre mí, menos interesantes

  • Las matemáticas no son lo mío.
  • Me gusta la pizza con piña.
  • Vengo de una isla, pero no sé nadar.
  • Tampoco silbar.
  • En redes también me puedes encontrar como @polilla_peludillaa
  • Se me da fatal escribir biografías, casi tanto como las sinopsis.
  • Soy autista, pero he aprendido a fingir que soy “normal”.
  • Prefiero ir a la playa en invierno que en verano.
  • Propensa a escuchar voces.
  • Me cuesta pillar los chistes.
Raquel Cruz subiendo los escalones de la vida pero siempre con estilo (subiendo de culo)
Raquel Cruz subiendo los escalones de la vida pero siempre con estilo (subiendo de culo)

NEWSLETTER RAQUEL CRUZ

Newsletter

Me hice escritora por una profesora bollera (Ahora te explico mejor).

Cuando tenía unos catorce años, era una adolescente con el corazón dulce como un caramelo de fresa y unas pintas de lo más estrafalarias, pero no porque fuera una rebelde y quisiera llamar la atención. En realidad no tenía ni idea de combinar la ropa y me parecía genial ponerme un pantalón de flores fucsias, con una camiseta de rayas marineras y unas botas de pelo marrón.

Además, era una joven muy escuálida, sin forma alguna, llena de granos, el pelo grasiento y la piel resplandeciente. Repito. Resplandeciente como un Cullen en una isla de Canarias, donde hace más de 20 grados casi todo el año y el tío más blanco tiene el color de un oso pardo.

Por si fuera poco, era bajita, una pésima estudiante y no se me daba bien hacer amigos. A día de hoy sigo siendo bajita y tengo pocos amigos.

Sí, supones bien.

  • No era la tía más popular del mundo.
  • No ligué hasta que descubrí el champú para pelo graso y los sujetadores con relleno.
  • Los profesores me tenían manía.
  • Y sí, era una chica fea, solitaria y muy rara.

Así que pasaba mucho tiempo leyendo (en mi época no había Neflitx) y dando besos a mi puño, como si fuera el chico que me gustaba. Que por supuesto, no sabía ni que yo existía. Y eso que me encontraba a solo dos mesas más atrás que él.

Raquel Cruz, haciendo amigos
Raquel Cruz, haciendo amigos

Pero un día todo cambió.

Había una profesora a la que llamaban “la bollera”, porque medía casi dos metros, no estaba casada ni tenía hijos, era ruda como un vaquero del salvaje oeste y solía vestir con camisas de cuadros.

Otro bicho raro.

Esta profesora daba clases de lengua y literatura a los mayores (es decir, a los de bachillerato), y un día fue a mi clase para sustituir a mi tutora.

Pues bien, la bollera no tenía ni idea de qué hacer con nosotros, que éramos unos críos con mucha tontería encima. Así que nos pidió que escribiéramos un relato para que estuviéramos calladitos y no le tocásemos demasiado las narices.

Yo hice lo que pude y cuando terminé, me levanté de mi silla, dejé mi hoja sobre su mesa y volví a mi sitio en silencio. Sin ninguna prisa, si ningún interés, sin esperar nada.

Estaba acostumbrada a pasarme las horas mirando al infinito o a garabatear en una esquina de la libreta, como un mueble más de la clase.

No había casi nada que me interesara o me hiciera ilusión.

Tenía solo catorce años y estaba muy jodida.

Pero como dije antes, ese día ocurrió algo que me activó un poco.
Luego pasaron otras cosas que me terminaron por hacer espabilar. Cosas que contaré en mi newsletter.
El caso es que lo que me ocurrió con la bollera fue el detonante para que algo hiciera clip dentro de mi cabeza y la maquinaria se pusiera en marcha.

Raquel Cruz, aquí ya éramos amigos
Raquel Cruz, aquí ya éramos amigos

Cuando tocó el timbre, yo me puse en pie de un salto y recogí todo, deseando salir de aquel infierno llamado instituto y volver a mi casa. Y entonces la voz de esa mujer irrumpió por mi espalda.

—¿Te puedes quedar un momento? Quiero hablar contigo.

El corazón se me subió a la garganta y me giré hacia ella con cara de roedor muy feo.

La bollera esperó a que todos mis compañeros abandonaran la clase y luego cerró la puerta con suavidad, se dirigió a su mesa y cogió mi relato.
—¿Esto lo has escrito tú? —me preguntó sacudiéndolo como enfadada.

Yo la miré sin saber qué contestar.

Sabía que la había cagado pero no entendía el motivo. Solo era una historia. Una historia de una chica y un chico que se conocían de niños, se hacían mayores y se enamoraban. Vale, sí, había un párrafo un poco subido de tono porque yo no dejaba de ser una adolescente azuzada por las hormonas, pero nada como para ser condenada a la hoguera.
La bollera vio que seguía callada, y volvió a preguntar en un tono todavía más crispado:
—¿Lo has escrito tú o no?
—Ehh…sss sí —respondí tartamudeando.
No me hice pis encima de milagro. Esa mujer era tan grande y yo tan delgadita, tan feúcha…
Pero de repente su ceño fruncido despareció y dibujó algo parecido a una sonrisa.
—Pues no está nada mal. Un poco cursi, pero escribes mucho mejor que la mayoría de mis alumnos de bachillerato.
—¿Yo?
—Sí, tú. ¿Has hecho algún curso de escritura o algo?
—¿Yo?
—Chica, menos mal que se te da bien escribir porque pareces lerda. Sí, ¡tú! ¿Ves a alguien más por aquí?
—No, no he hecho ningún curso. Solo leo, leo mucho y a veces escribo cosas… Escribo en secreto —confesé entre muerta de la vergüenza y acojonada.
—Pues no dejes de hacerlo. Creo que eres buena y tienes posibilidades.

Raquel Cruz, cuando la moda nos abandona pero el chubasquero nos salva
Raquel Cruz, cuando la moda nos abandona pero el chubasquero nos salva

Ese día volví a mi casa como flotando en una nube. Yo, la tonta, la estudiante más burra del insti, la rara, la hortera, la torpe, la que nadie daba un duro por ella.
¡Por fin había hecho algo bien!
Me lo había dicho una profesora de lengua y literatura.
Una profesora que daba clases a los mayores.
Una profesora que creía en mí.

Aquello supuso un chute de ánimo y energía tremendo, pero era muy joven y me quedé en eso, en lo superficial. A una profe le gustaba como escribía. Un adulto con conocimientos sobre el tema me validaba y ¡lo más importante!, me veía.

Viéndolo ahora desde una perspectiva más madura y con varias novelas publicadas, te puedo decir que ese día estaba totalmente equivocada.

Mi relato no era una simple historia. Ninguna lo es. Porque todas las historias, escúchame bien lo que te digo, TODAS las historias, en mayor o menor medida, ejercen un impacto sobre ti. Incluso las malas.
Si crees que una historia solo puede ser entretenida y ya está, es que no tienes ni idea. Solo estás viendo la punta del iceberg.
Como yo hice aquel día.
Ignoras su verdadera importancia.

Te lo juro por Calimero, que es súper mono y tierno.

Cuando realmente eres consciente de su poder, te das cuenta de que una historia puede cambiar tu vida, transformarte por completo, darte alas, abrirte puertas, curar heridas emocionales, llegar a más gente, levantar pasiones y odios.
Puede incluso hacer que se fijen en ti, aun siendo el patito más feo del estanque.

Aun sin tener una pizca de autoestima.

Aun sin ser consciente de lo que vales.

Desde entonces escribo historias. Historias de todo tipo. De todos los colores y sabores. Las hay basadas en hechos reales (como esta), las hay basadas en hechos de conocidos y amigos (porque como casi todos los escritores, también escribo sobre cosas que me cuentan y casco a traición) y las hay mezcladas con ficción y realidad, como las que tengo publicadas en Amazon.
Algunas de estas historias las puedes leer en mi newsletter.

Raquel Cruz, antes de que ser friki fuera cool, ya estaba marcando tendencia
Raquel Cruz, antes de que ser friki fuera cool, ya estaba marcando tendencia

Pero antes te dejaré muy claro varias cosas.

Primero

Escribo y mando emails con bastante frecuencia. Casi a diario. No solo eso. Te vendo.
Pero no te vendo en plan coñazo “compra mi libro”, “mi libro es genial y deberías comprarlo”, “mira mi libro, ¿a qué es genial?”, te dejo el enlace de mi libro para que lo compres, que es genial”.
No.
Yo te cuento historias con el fin de arrancar algún tipo de emoción en ti. Menos aburrimiento.
Te intenso sacar una sonrisa, intento aportarte algo de utilidad o te cabreo como a un mono. Y luego sí, ya te dejo un enlace para que compres algunos de mis libros que, por si no lo has pillado, son geniales y deberías comprarlos.

Raquel Cruz, cuando el flow era lo único que nos sobraba... además de la actitud
Raquel Cruz, cuando el flow era lo único que nos sobraba… además de la actitud

Segundo

Soy una tía muy clara (por eso te estoy aclarando esto) y paso de escribir o decir algo para agradar a alguien.

Prefiero escribir desde la absoluta libertad y conectar con personas de manera auténtica, antes que escribir en lenguaje inclusivo para intentar agradar a todo el mundo y que al final solo acabe agradando a alguien que ni siquiera me caen bien a mí.

Así que si tu religión o ideológica no te lo permite, haznos un favor a los dos y mejor no te subscribas.

Te aseguro que hay un montón de escritores mucho más “políticamente correctos” que yo.

Tercero

Me encanta el drama y encima tengo un imán para que me ocurran situaciones de lo más surrealistas.
Me encanta el drama y al drama le encanto yo.
Es así.
Unos encuentran dinero andando por la calle, otros encuentran movidas.
Así que puede que algún día te cuente cosas que pienses “¿pero esta tía qué se ha fumado?”.

Y ahora sí, ya puedes subscribirte y leer mis historias.